La Guajira sigue
padeciendo la crisis de muertes de niños por desnutrición, a la fecha de este
escrito llevamos 31 casos, que proyectados a semana 56 señalaría que
posiblemente morirían este año por esta causa cerca de 46 menores, cifra muy
superior a los 28 casos del 2011, 34 de 2012, 31 de 2013, y 37 de 2015, y
cercana a los 48 del año 2014, aunque menor a los 77 casos de 2016.
Sin embargo, y pese
a lo desolador que se ve, el problema de fondo no son los niños que ya han muerto por esta
causa, sin contar los subregistros, es decir, los fallecimientos que ocurren
en las comunidades indígenas y rurales alejadas y de difícil acceso a donde el
Estado nunca llega y que no se notifican y que pueden acrecentar estas cifras.
No, el problema ya
no son ellos, estos niños ya descansan en paz, el problema son los que aún
están vivos y hacen fila para llegar a este dramático final.
Varios estudios
recientes señalan que aproximadamente el 50% de los niños y niñas menores de cinco
años sufren de desnutrición crónica, y que el 3,2% de esta población recae en
situación de desnutrición aguda, la Encuesta Nacional de la Situación
Nutricional, Ensin del año 2010 señalaba que la inseguridad alimentaria de La
Guajira era del 59,1%, y el Censo Nacional Agropecuario Dane del 2015 señala
que la pobreza multidimensional de los wayuu, por ejemplo: en Manaure está en
el 91,2% y en Uribía en el 89,5% o el de los koguis, wiwas y arhuacos ubicados en
la Sierra Nevada de Santa Marta, municipio Dibulla está en el 90%, pero lo más
grave es que esto pareciera no importarle a nadie.
Al mismo tiempo,
existen informes recientes que señalan, de igual forma, que la pobreza urbana
de La Guajira está en el 55%.
Hace seis años
nadie sabía muchas de estas cosas, esa era una buena excusa en su momento, pero
hoy todos los saben, ya es de conocimiento público incluso de cortes
internacionales como la Cidh, y por lo tanto, no hacer nada frente a esto
genera sin duda alguna un alto grado de responsabilidad, no solo ética o moral,
sino incluso de los organismos de control.
Este problema no se
soluciona con brigadas que buscan una aguja en un pajar de 15.000 km2, ni con
mercados, que en vez de ayudar profundizan la pobreza porque genera
dependencia, ni con inversiones puntuales en una que otra comunidad de las
cerca de 60.000 que hay en la Media y Alta Guajira, porque se le soluciona a
algunas, pero a las demás no, y eso genera inequidades y desequilibrios
sociales. Esto se soluciona con acciones integrales y de impacto territorial,
esto se genera reduciendo la pobreza extrema, generando ingresos para estas
comunidades, porque donde un papá o mamá tiene ingresos, puede comprar comida,
y si compra comida sus hijos no mueren de hambre.
Lo más preocupante
es que el problema ya no es solo de los indígenas, es también de los afros y de
los centros urbanos, incluso el casco urbano de Riohacha, donde la pobreza
también golpea sin respetar grupo étnico, religión, color político, ni estrato
social.
Esa población en
riesgo, esa población es nuestro futuro, es la que está llamada a relevarnos a
los que hoy nos llamamos adultos.
Las altas tasas de
delitos que se viene presentando en los últimos tiempos en La Guajira es causa
de eso, de la falta de oportunidades, de la pobreza, se necesita urgente
generar empleo, con el empleo hay ingresos y con ingresos se mueve la economía,
y las tasas de morbimortalidad y de delincuencia bajan automáticamente, y crece
las oportunidades y el bienestar general.
El subempleo o
rebusque diario sigue creciendo, cada día hay más gente sin trabajo, más
jóvenes que se gradúan de nuestras universidades que no consigue empleo, con el
agravante de la masiva migración legal e ilegal de población venezolana que acepta
trabajar por la mitad de lo que gana un colombiano, aumentando así las tasas de
desempleo para la población local.
En educación,
perdimos el año, literalmente, mayoría niños guajiros comenzaron clases en
junio, cuando debía ser en febrero, a la fecha aún hay niños que no han
comenzado clases pese a estar matriculados, y los que comenzaron, ya sea en
febrero o junio, muchos aun no tienen PAE, y todos a la fecha no tiene
Transporte Escolar, TE, lo que implica que la tasa de ausentismo escolar y
deserción en La Guajira tienen que ser extremadamente altas.
A semana 37 de
2017, según la Secretaria de Salud Departamental, habían enfermado por EDA
(Enfermedad Diarreica Aguada) e IRA (Enfermedad Respiratoria Aguada) un total
de 97.924 niños mayores de cinco años, es decir en edad escolar, eso equivale a
que casi el 50% de nuestros escolares estuvieron enfermos este año.
La Guajira está
siendo impactada por el cambio climático desde hace mucho tiempo, sin embargo
actuamos como si no existiera, no hay planes ni lineamientos para enfrentar
este problema, la crisis del agua se sigue acrecentando, recordemos que en la
mayoría de la Riohacha urbana, el agua llega a las casas una sola vez a la
semana y que en muchas comunidades el agua deben sacarla de jagüeyes donde las
aguas están en descomposición y que explican porque a la fecha se han atendido
más de 57.728 niños con enfermedades diarreicas este año según la misma
Secretaria de Salud Departamental.
Queremos que La
Guajira despegue y progrese pero como puede hacerlo donde el 60% de su
población es rural y el 87,2% de esta población en sus 15 municipios esta en
nivel de pobreza extrema (promedio departamental) y donde la pobreza urbana
está en un 55%, que empresas se asentarían en el territorio si la mayoría de
población no tiene capacidad de compra?.
Todos hemos visto
como en las tiendas de barrio llega gente a comprar tres papas, 10 cm3 de
aceite que se la venden en bolsitas, media libra de arroz, un tomate, una
cebolla, para solventar el día, muchas familias no pueden soñar con hacer un
mercado quincenal.
Si desde la
institucionalidad seguimos haciendo lo mismo o si seguimos mirando para otro
lado, como si la cosa no fuera con nosotros, seguiremos si no igual si peor, no
podemos esperar que un mago de afuera, un extraño nos venga a solucionar los
problemas, nos toca a nosotros mismos, porque somos los que conocemos el
territorio, pero para eso tenemos que cambiar de actitud, debemos adquirir
compromisos, cambiar las estrategias, estamos hablando ya no de nuestro presente
sino del futuro de nuestros hijos, donde debemos preguntarnos: Es esto lo que
les queremos heredar?
Debemos cambiar de
chip, de forma de pensar, debemos reinventarnos, modificar lo que hacemos, toca
trabajar con nosotros mismos, nos gustemos o no nos gustemos, seamos amigos o
no, porque seguimos siendo los mismos, seguimos viviendo aquí, juntos, este es
nuestro mundo y tenemos que vivir un presente y un futuro compartido. También
hay que abrir espacios a otros, oxigenar procesos, involucrar a los jóvenes,
permitir que lleguen nuevas ideas, abrirnos a lo nuevo, porque el camino que
estamos transitando no es el camino correcto, los resultados así lo demuestran.
La responsabilidad
no es solo de un gobernador (sea quien sea) o de 15 alcaldes (sean quien sean),
es de todos, del sector social, de los empresarios, de los miles de grupos
disimiles que hay en La Guajira, de las etnias, de los partidos políticos, de
las diferentes iglesias, de las familias y de cada uno de los guajiros.
Urge hacer un alto
y cambiar el rumbo, urge suscribir un Pacto por La Guajira, urge un Plan Macro
que nos dé un norte al cual todos nos comprometamos a seguir.
escribió:
Mauricio Ramírez Álvarez
Administrador
Público