viernes, 24 de marzo de 2017

ESPERABAN UN DOCTOR parte I

Esta región del oriente de Llovedero, en límites con la vecina República Bolivariana de Venezuela, habitada por campesinos de hacha y machete, trabajadores incansables, altruistas y ambiciosos, sobre todo en el progreso de sus hijos.
De allí han salido muchos personajes de la historia de Fonseca, departamento y de la nación, ejemplos dignos de imitar y orgullosos de su origen. 
La historia comienza con una pareja de Guasimaleros, que eran dueños de una parcela, en donde criaban vacas, chivos cerdos y gallinas y hacían sus sembrados de pastos y algunos cultivos de pan coger, los cuales les ayudaban al mantenimiento de la casa y les servía para sobrevivir.
Pero no conformes con lo que tenían, visionaban a sus hijos estudiando una carrera profesional en alguna ciudad grande o incluso en el exterior. Esta camada estaba compuesta por siete lechones, tres hembras y cuatro machos. Hermosos muchachos, respetuosos y bien criados. Los dos mayores solo llegaron a cuarto de bachillerato, porque el ambiente no era propicio y les tocaba ir desde Los Bajos, donde vivían, hasta Llovedero donde estudiaban en el Colegio Departamental Mixto.
De Los Bajos partían bien temprano en la mañana, de a pie, la mayoría de las veces, otras en bicicleta y muy de vez en cuando en un chance en tractor o Toyota de un vecino que les hacia la segunda. Estudiaban jornada continua hasta la una de la tarde.
Tenían un breve descanso para tomar agua, retozar un poco y retornaban a Los Bajos, donde almorzaban lo que encontraran, casi siempre un plato de arroz blanco, yuca, queso rayao (con avioneta, donde cayó, cayó), algo de leche cuajá y se ajustaba con agua. Existe un adagio en la región que dice: El pobre ajusta con agua. Este es el mejor ejemplo.
Ustedes comprenderán los grandes sacrificios que les ha tocado hacer a las gentes de estos caseríos para poder dar algo de educación a sus hijos. Bueno resumiendo un poco, uno de los hijos menores, apodado Cali, resulto estudioso y muy disciplinado, tanto que el papá decía que era distinto a los demás.
Cali terminó su bachillerato y le dijo a su familia que él iba a estudiar una carrera profesional y que quería que lo apoyaran para irse al exterior más precisamente a la Argentina, porque ya estaba conectado con unos amigos que vivían allá y lo iban a ayudar, pero el necesitaba sus papeles y la plata para los pasajes, que lo demás corría por cuenta de él.
Bueno los padres de Cali, con los hijos mayores, ya independientes que habían logrado conseguir una plática con la siembra de marihuana, le recolectaron lo necesario, compraron una ropita en Maicao y le hicieron una fiesta de despedida con baile incluido y al día siguiente partió Cali para Buenos Aires.
Allí duró cuatro años donde logró especializarse en arte, decoración, belleza y manicurista profesional, le fue muy bien y logró, ahorrar unos dólares, porque la tierra llama y él tenía que compartir sus éxitos con su familia.
Llamó a su padres por teléfono, vía Telecom, previa cita 3:30 pm en la oficina de Llovedero, día 16 de octubre año 1978 (no existía celular). Acordaron que él les mandaría una suma considerada de dinero para que le hicieran un agasajo, donde el tío Encho, en el patio debajo de los palos de mango, con sopa de chivo, friche y bastante chirrinche, para pegarnos una pea y comunicarles a todos los familiares el triunfo alcanzado por Cali el hijo de Yuyo y Juana.

Escribió:
Armando Olmedo Larrazábal

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