Esta región del
oriente de Llovedero, en límites con la vecina República Bolivariana de
Venezuela, habitada por campesinos de hacha y machete, trabajadores
incansables, altruistas y ambiciosos, sobre todo en el progreso de sus hijos.
De allí han salido
muchos personajes de la historia de Fonseca, departamento y de la nación,
ejemplos dignos de imitar y orgullosos de su origen.
La historia
comienza con una pareja de Guasimaleros, que eran dueños de una parcela, en
donde criaban vacas, chivos cerdos y gallinas y hacían sus sembrados de pastos
y algunos cultivos de pan coger, los cuales les ayudaban al mantenimiento de la
casa y les servía para sobrevivir.
Pero no conformes
con lo que tenían, visionaban a sus hijos estudiando una carrera profesional en
alguna ciudad grande o incluso en el exterior. Esta camada estaba compuesta por
siete lechones, tres hembras y cuatro machos. Hermosos muchachos, respetuosos y
bien criados. Los dos mayores solo llegaron a cuarto de bachillerato, porque el
ambiente no era propicio y les tocaba ir desde Los Bajos, donde vivían, hasta
Llovedero donde estudiaban en el Colegio Departamental Mixto.
De Los Bajos
partían bien temprano en la mañana, de a pie, la mayoría de las veces, otras en
bicicleta y muy de vez en cuando en un chance en tractor o Toyota de un vecino
que les hacia la segunda. Estudiaban jornada continua hasta la una de la tarde.
Tenían un breve
descanso para tomar agua, retozar un poco y retornaban a Los Bajos, donde
almorzaban lo que encontraran, casi siempre un plato de arroz blanco, yuca,
queso rayao (con avioneta, donde cayó, cayó), algo de leche cuajá y se ajustaba
con agua. Existe un adagio en la región que dice: El pobre ajusta con agua.
Este es el mejor ejemplo.
Ustedes
comprenderán los grandes sacrificios que les ha tocado hacer a las gentes de estos
caseríos para poder dar algo de educación a sus hijos. Bueno resumiendo un
poco, uno de los hijos menores, apodado Cali, resulto estudioso y muy
disciplinado, tanto que el papá decía que era distinto a los demás.
Cali terminó su
bachillerato y le dijo a su familia que él iba a estudiar una carrera
profesional y que quería que lo apoyaran para irse al exterior más precisamente
a la Argentina, porque ya estaba conectado con unos amigos que vivían allá y lo
iban a ayudar, pero el necesitaba sus papeles y la plata para los pasajes, que
lo demás corría por cuenta de él.
Bueno los padres de
Cali, con los hijos mayores, ya independientes que habían logrado conseguir una
plática con la siembra de marihuana, le recolectaron lo necesario, compraron
una ropita en Maicao y le hicieron una fiesta de despedida con baile incluido y
al día siguiente partió Cali para Buenos Aires.
Allí duró cuatro
años donde logró especializarse en arte, decoración, belleza y manicurista
profesional, le fue muy bien y logró, ahorrar unos dólares, porque la tierra
llama y él tenía que compartir sus éxitos con su familia.
Llamó a su padres
por teléfono, vía Telecom, previa cita 3:30 pm en la oficina de Llovedero, día
16 de octubre año 1978 (no existía celular). Acordaron que él les mandaría una
suma considerada de dinero para que le hicieran un agasajo, donde el tío Encho,
en el patio debajo de los palos de mango, con sopa de chivo, friche y bastante chirrinche,
para pegarnos una pea y comunicarles a todos los familiares el triunfo alcanzado
por Cali el hijo de Yuyo y Juana.
Escribió:
Armando Olmedo Larrazábal