Ante la iniciativa Casa
Grande Caribe, que tiene como meta superar la pobreza y la inequidad en el
Caribe colombiano, un grupo de pensadores y soñadores costeños, inspirados en
nuestro Nobel Gabo, vienen trabajando en propuestas de desarrollo.
Adolfo Meisel, codirector
del Banco de la República, rector de la Universidad del Norte de Barranquilla y
coordinador de este gran proyecto, manifestó en Riohacha entre otras cosas que,
el Caribe en el siglo XX y XXI ha entrado en una crisis profunda de liderazgo
en el contexto nacional.
Con relación a
salud presentaron unos estudios donde mostraban que la financiación de los
gastos en la salud de los colombianos eran financiados por el Estado teniendo
como fuente solamente el Sistema General de Participaciones, SGP.
Ahí fue donde intervine
para aclararles que tenían un inmenso sesgo, porque estaban dejando por fuera
de la ecuación que más del 90% de la plata de los gastos en salud de los
colombianos la manejan las EPS. Y les puse de presente también que el sistema
de salud está quebrado, como puede verse con muchas clínicas y hospitales a lo
largo y ancho del país.
Les dije que
preguntaran por el San Jerónimo de Montería, por el Universitario de Cartagena,
por el San José de Maicao, por el San Rafael de San Juan del Cesar en La Guajira,
por el Rosario Pumarejo de López de Valledupar y por los del Magdalena, Sucre,
San Andrés, Bucaramanga y por el Aurelio
Tobón de Medellín.
También les confirmé
la quiebra de los más altos valores de la vocación de la profesión médica, y la
quiebra física de nuestra existencia, todo por la picardía, ambición, gula y
avaricia de unos cazadores de fortunas malpechosos, que cual mercenarios
criminales se enquistaron en Caballos de Troya y se metieron en las entrañas
del alma del manejo de la salud, de la vida y de la muerte de los colombianos,
cartelizando todo lo que ven, oyen, huelen, gustan y sienten como negocio maligno
y rendidor, sin piedad ni misericordia.
En el tema de
nutrición, me dio la impresión que lo pensaron como enfermedad, les dije que
no, que la desnutrición en La Guajira era hambre. Hambre terminal que cuando
llega morirse a la UCI fue porque desapareció el estado social de derecho. Que
el hambre no se cura con vacunas ni con suplementos nutricionales, y menos en una
UCI, que el hambre se cura con comida y con soberanía alimentaria, y que
estamos lejos de evitar que los niños wayuu se sigan muriendo, si seguimos
pensando que el hambre es una enfermedad que se cura con irrisorios
presupuestos nutricionales girados en forma de SGP.
El hambre wayuu se
cura cuando tengamos agua y energía domésticas en ese infernal desierto casi
inhabitable, cuando tenemos agua que se está pudriendo y evaporando en una
inmensa represa (El Cercado) abandonada como elefante blanco.
Todas estas
consideraciones me obligaron a escribir estas reflexiones y a utilizar el
dataísmo (las redes) para que reflexionemos, sin importar nuestro origen y
ubicación geográficos, alrededor de nuestra responsabilidad individual y
colectiva, en el desastre en que se está convirtiendo Colombia a causa de que
al poder político y económico solo llegan los peores elementos de nuestra
sociedad, con nuestros votos o con nuestra apatía.
Escribió:
Stevenson Marulanda Plata