El profesor Jorge Epieyú dando clases debajo del trupillo en La Ceibita. |
Son las cuatro y este
jueves la rutina comenzó, aunque hoy ni ayer hacen parte de un día especial,
estas dos fechas solo las une el compromiso asumido e indelegable con los
chicos, que obliga a aplaza el acostumbrado primer tinto para las siete de la
mañana.
Porqué tan templado
esfuerzo? Jorge Epieyú Gouriyú aprendió
de la vida que un maestro se debe a sus estudiantes, sin ellos, A quien se le
enseña? Tanto el profe depende de los discípulos como el wayuu está junto a la chicha.
“salgo en una moto
desde la comuna 10 del Distrito Turístico y Cultural de Riohacha y manejo
alrededor de 35 minutos, llegando a La Jamichera que está en el kilómetro 18 de
la vía a Valledupar, donde queda mi antigua escuela y allí en una vieja
camioneta recojo a los niños”, explicó Epieyú Gouriyú.
Ese sacrificio de
perderse el remate del sueño, de no probar alimento tempranero para arrojarse a
andar por las polvorientas y angostas trochas solo tiene un objetivo: que los 35
niños y niñas puedan seguir estudiando y el de él continuar cumpliendo su actividad
pedagógica.
En estas condiciones reciben clase los alumnos del profesor Jorge. |
Por ello, este
puñado de aprendices agarró sus lápices, cuadernos y libros para trasladarse
hasta la sede principal en La Ceibita, ubicada por la prolongación de la calle
40, hacia La Pista, a solo 15 minutos de la ciudad: todos ellos dejaron atrás
el mundo que conocían.
El panorama actual
no tiene ningún parecido: en La Jamichera el profesor con su limitado sueldo de
primaria, el apoyo de familiares y la colaboración de los padres de familia
construyeron con ladrillos y cemento salones, cocina, comedor; toda la
escuelita tenía su piso rústico, pero pavimentado. Mientras que en La Ceibita
reciben clases debajo de un mediano árbol y espantando los chivos.
Jorge Epieyú. |
Jorge, con sus 37
años, es docente de la Normal Sahagún (Córdoba), quien va siguiéndoles los pasos
a sus hermanos y primos que también están dedicados a la sufrible profesión de
enseñar.
Este caso de tener clases
debajo del árbol fue denunciado por unos padres de familia, al ver los menores
tan desamparados y solo unos concejales se acercaron para conocer la situación,
palpando la realidad que viven día tras día.
Comisión del Concejo Distrital de Riohacha visitando La Ceibita. |
Todos hemos aprendido
a lo largo de nuestras vidas que los árboles nos dan fruto, sombra y oxigeno;
pero en la tenaz temperatura desértica sirve también para que los niños reciban
instrucción escolar como única alternativa cuando faltan aulas.
En algunos momentos
deben espantar los chivos que se acercan interrumpiendo las clases, porque los
animales tenían esta parte del terreno de la escuela como su lugar de pastizaje y
travesía, que ahora fue invadido por el profesor y sus alumnos.
Micel Arias. |
“Hoy tenemos esta
realidad, que entre las propuestas que hemos hecho se encuentra podamos contar
con los ocho salones faltantes, tener el transporte escolar y la alimentación,
que este año, ninguna de estos beneficios nos han dado, y los compañeros deben
correr cuando llueven porque están afuera bajo un árbol”, reveló la
representante del Consejo Estudiantil, Micel Arias Barrios.
Los aprendices del maestro
Jorge abandonaron La Jamichera obedeciendo como los hacían los súbditos en la
Edad Media, sin poder oponerse para irse a La Ceibita, donde encontraron que los
salones están ocupados y debieron colgar el tablero en un trupillo, que a su
vez les brinda sombra para obtener las asignaturas y recibir las tareas.