viernes, 15 de septiembre de 2017

DESDE LA TROCHA AL ÁRBOL DE CLASES

El profesor Jorge Epieyú dando clases debajo del trupillo en La Ceibita.
Mientras todos sus colegas están entregados al plácido descanso, Jorge interrumpe su última hora y media de dormida para cumplir con la habitual cita que tiene con sus siempre fieles pupilos, mientras la escondida luz de la madruga aún permanece como tupido telón teatral.
Son las cuatro y este jueves la rutina comenzó, aunque hoy ni ayer hacen parte de un día especial, estas dos fechas solo las une el compromiso asumido e indelegable con los chicos, que obliga a aplaza el acostumbrado primer tinto para las siete de la mañana.
Porqué tan templado esfuerzo? Jorge Epieyú Gouriyú aprendió de la vida que un maestro se debe a sus estudiantes, sin ellos, A quien se le enseña? Tanto el profe depende de los discípulos como el wayuu está junto a la chicha.
“salgo en una moto desde la comuna 10 del Distrito Turístico y Cultural de Riohacha y manejo alrededor de 35 minutos, llegando a La Jamichera que está en el kilómetro 18 de la vía a Valledupar, donde queda mi antigua escuela y allí en una vieja camioneta recojo a los niños”, explicó Epieyú Gouriyú.
Ese sacrificio de perderse el remate del sueño, de no probar alimento tempranero para arrojarse a andar por las polvorientas y angostas trochas solo tiene un objetivo: que los 35 niños y niñas puedan seguir estudiando y el de él continuar cumpliendo su actividad pedagógica.
En estas condiciones reciben clase los alumnos del profesor Jorge.
Desde hace seis meses el presente les fue cambiado, que en vez de mejorar quedaron a la intemperie, porque desde Bogotá el centralismo desarraigó a estos indígenas al ordenar el Ministerio de Educación Nacional, MEN, que La Guajira fuera intervenida, los encargados sin cerciorarse de nada, con un plumazo decidieron que las escuelas satélites fueran cerradas.
Por ello, este puñado de aprendices agarró sus lápices, cuadernos y libros para trasladarse hasta la sede principal en La Ceibita, ubicada por la prolongación de la calle 40, hacia La Pista, a solo 15 minutos de la ciudad: todos ellos dejaron atrás el mundo que conocían.
El panorama actual no tiene ningún parecido: en La Jamichera el profesor con su limitado sueldo de primaria, el apoyo de familiares y la colaboración de los padres de familia construyeron con ladrillos y cemento salones, cocina, comedor; toda la escuelita tenía su piso rústico, pero pavimentado. Mientras que en La Ceibita reciben clases debajo de un mediano árbol y espantando los chivos.
Jorge Epieyú.
“Yo voy parando para que mis estudiantes se suban cuando paso de ranchería en ranchería, es difícil pero lo hago con la ilusión que no pierdan el ritmo de estudio y aprendan a leer y escribir mejor, y al finalizar otra vez hago el mismo recorrido, regresando en la moto a mi casa en el barrio Tawaira a las tres de la tarde, que es cuando almuerzo, si es que no ha llovido”, explicó el maestro.
Jorge, con sus 37 años, es docente de la Normal Sahagún (Córdoba), quien va siguiéndoles los pasos a sus hermanos y primos que también  están dedicados a la sufrible profesión de enseñar.
Este caso de tener clases debajo del árbol fue denunciado por unos padres de familia, al ver los menores tan desamparados y solo unos concejales se acercaron para conocer la situación, palpando la realidad que viven día tras día.
Comisión del Concejo Distrital de Riohacha visitando La Ceibita.
“toda esta situación se la presentamos a la Gerencia de la Interventoría para que atiendan estos casos que desmejora la enseñanza y en nada ayuda la calidad de la educación; además que los menores están muy retirados de su entorno, nosotros ya hablamos con ellos ahora deben buscar una solución, porque ya la Secretaría de Educación nada tiene que ver con esto ellos quedaron sin facultades”, aseguró el presidente del Concejo Distrital, Olimpo Núñez De Armas.
Todos hemos aprendido a lo largo de nuestras vidas que los árboles nos dan fruto, sombra y oxigeno; pero en la tenaz temperatura desértica sirve también para que los niños reciban instrucción escolar como única alternativa cuando faltan aulas.
En algunos momentos deben espantar los chivos que se acercan interrumpiendo las clases, porque los animales tenían esta parte del terreno de la escuela como su lugar de pastizaje y travesía, que ahora fue invadido por el profesor y sus alumnos.
Micel Arias.
“Hoy tenemos esta realidad, que entre las propuestas que hemos hecho se encuentra podamos contar con los ocho salones faltantes, tener el transporte escolar y la alimentación, que este año, ninguna de estos beneficios nos han dado, y los compañeros deben correr cuando llueven porque están afuera bajo un árbol”, reveló la representante del Consejo Estudiantil, Micel Arias Barrios.
Los aprendices del maestro Jorge abandonaron La Jamichera obedeciendo como los hacían los súbditos en la Edad Media, sin poder oponerse para irse a La Ceibita, donde encontraron que los salones están ocupados y debieron colgar el tablero en un trupillo, que a su vez les brinda sombra para obtener las asignaturas y recibir las tareas.

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