la vida es breve”
Ortega y Gasset
Parece que fue ayer, el día 20 de agosto de 1975, hace 40
años (¡!) cuando me inicié formalmente en la docencia universitaria, en la
Universidad de Antioquia, nuestra Alma Mater de la raza, como dice su himno,
“invicta en su fecundidad”. En donde mismo me formé y gradué como economista,
tan pronto opté el título de tal asumí semejante responsabilidad. Y digo formalmente
porque enantes había dado mis primeros pinitos en la cátedra en la Universidad
Autónoma Latinoamericana en Medellín, los cuales me sirvieron de entrenamiento
en tan noble cómo ennoblecedor oficio, que no dudo en calificar como la mejor
profesión del mundo. Y lo digo sin hipérboles, porque aunque es natural que cada
sastre alabe su aguja, en éste caso estamos hablando de una actividad singular,
que como ninguna otra deja una huella imperecedera.
Escoger el ejercicio
de la docencia requiere primero que todo tener la vocación y en segundo lugar
seguir siendo estudiante profesional,
porque el conocimiento, que es su materia prima, evoluciona permanentemente.
Bien dijo Heráclito, el filósofo griego, que “ningún hombre puede cruzar el
mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos”. Principio
este de la dialéctica que la inolvidable Mercedes Sosa llevó a su pentagrama
musical y moldeó con su voz y su música, cantando bellamente un mensaje que nos
legó a sus admiradores: “cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia
el modo de pensar, cambia todo en este mundo”. Quien se dedica a la enseñanza tiene la obligación de reinventarse
a diario, pero recibe cómo la mejor recompensa el hecho de que lo que a uno le
queda mejor aprendido es aquello que enseña. Mi avidez
por el conocimiento me lleva a exclamar con Jorge Zalamea: “salta hombre sobre
tus propias fronteras, pues ya no cabes en ellas”.
A lo largo de estas cuatro décadas he trasegado por
múltiples centros universitarios: después de cuatro años de desempeño como profesor
de tiempo completo en la U de A fui a recalar a la Universidad de La Guajira,
en la que además fui decano de la facultad de administración de empresas y
posteriormente pasaría por los claustros de la Universidad Javeriana, la
Universidad Santo Tomás, la Universidad San Martín, la Universidad Externado de
Colombia y más recientemente en la Universidad de los Andes. Claro
está, que hace mucho rato me liberé de la “dictadura de clase”, acogiéndome más
bien a la disertación en torno a los temas minero – energéticos, que son los de
mi preferencia y especialidad, bajo la modalidad de módulos o conferencias
magistrales. Esta actividad la alterno rutinariamente con la participación en
foros, conversatorios, mesas redondas y/o paneles gremiales o académicos a lo
largo y ancho del país, especialmente en tratándose de dichos temas.
Resulta curiosa la manera como terminé seducido y
cautivado por todo lo concerniente a las disciplinas de la minería y la energía.
En 1979 decidí volver a mi tierra, La Guajira y visioné que su futuro estaría
signado por el gas y el carbón, cuyas enormes reservas se acababan de descubrir
y se iniciaba su explotación. Consciente de ello me di a la tarea de
estudiar y profundizar mis conocimientos sobre su potencial e impacto
económico, social y ambiental. El interés por esta temática y el aprendizaje en
torno a la misma me condujo al arte de escribir, otra actividad maravillosa y
enriquecedora del espíritu, que me ha llevado a publicar hasta ahora 35 obras,
la mayoría de ellas atinentes al sector minero – energético visto desde la
perspectiva económica. Yo podría repetir con el Quijote, a propósito del
estudio, la investigación y la escritura, cuyo campo de acción es cada vez más
amplio y complejo, que “se va anchando Castilla delante de mi caballo”.
Conté con la suerte que el constituyente de 1991 dejó a
salvo la docencia cómo la única profesión que se puede ejercer en simultánea
por parte de los congresistas. Ello me permitió seguir ejerciendo la docencia,
que no la interrumpí ni siquiera cuando me desempeñé como presidente del
Congreso, como no la interrumpí tampoco cuando ejercí el Ministerio de Minas,
Energía e Hidrocarburos. Esta experiencia de ser docente y
parlamentario a la vez me permitió comprobar que si se sabe combinar la
academia con la política, sin confundir lo uno con lo otro, gana la academia y
gana la política.
por: Amylkar Acosta Medina