Aunque vienen a mi mente situaciones
particulares, es propicio el momento para escribir sobre dos expresiones que al
final no se encuentran, ya que una es motivo de alegría y la otra de dolor
humano.
Primero nos referiremos a la noticia emitida
hace unos días, en donde la Real Academia Española (RAE) va a incluir el
término vallenato en su repertorio, el cual cayó como anillo al dedo para
mencionar aquellos insucesos que aún en nuestro vocablo carecen de nombre o
inclusive, de alguna definición.
Ya sabemos que desde el próximo diciembre la
caja, guacharaca y acordeón sonarán en el diccionario de la RAE. Eso, sumado al
reconocimiento que la Unesco en 2015 otorgó como Patrimonio Cultural Inmaterial
de la Humanidad, logra salvaguardar las costumbres y la raíz vertebral de la
música vallenata.
Por mucho tiempo estábamos esperando esta
decisión proveniente de la península ibérica para que quedara en la posteridad
dicho vocablo, llamado coloquialmente como el género musical que nos distingue
en gran medida a los costeños y porque no decirlo, a los colombianos ante el
mundo.
Siempre se discutió acerca de la procedencia
de la música de acordeón, pero creo que ha quedado zanjado el debate por nuestros
académicos que atinan en manifestar el lugar de su cuna la cual se erige desde
la provincia de Padilla y que, ha tenido desarrollo en las estribaciones de la
Sierra Nevada de Santa Marta, la serranía del Perijá y el río Ranchería,
llegando a cada municipio con sus particularidades, lo cual implica una suma de
intenciones, para llegar a un todo conocido en el mundo como vallenato.
A pesar de su importancia cultural y
folclórica, si se hacía necesaria la inclusión de la terminología a fin de
darle un nivel académico necesario y como dijo el maestro Andrés Beleño que
representará un aporte muy sensato.
Enhorabuena! Que se siga valorando lo que a
muchos impulsores y juglares les ha costado sudor y lágrimas, del ritmo musical
que más ha prestado sus canciones para ser grabadas en otros idiomas.
Pero si bien la música de acordeón encontró
respuesta al clamor regional, resulta que hay otra palabra la cual aún
desconocemos los seres humanos y que hace necesario el análisis por parte de la
RAE y su pronto esclarecimiento.
Cuando fallece nuestra esposa o esposo
quedamos viudos, cuando mueren nuestros padres somos huérfanos y aún la RAE, no
ha dado para descifrar el estado que queda un padre o madre cuando fallece
alguno de sus hijos. ¿Cómo se llamara? No sabemos, sin embargo quienes han
transitado por esos episodios manifiestan que es un dolor tan inconmensurable
que no tiene nombre. Sólo puede ser sobrellevado con el amor de Jesucristo,
familiares y amistades.
Lo anterior encuentra sustento en que los
hijos son quienes en el corazón de sus padres ocupan el lugar de máximo amor. Piedad
Bonnet en su libro relata con sentimientos desgarradores y sinceros, lo que no
tiene nombre.
En realidad es un término y una definición no
definida, inconexos, pero que a raíz de la buena nueva también se hace vital
conocer el nuevo estado civil que incurre un progenitor por la pérdida de su
prohijado.
escribió:
Roger
Romero Pinto
rogermarioromeropinto@hotmail.com