En vísperas de la 21ª conferencia
de las partes convocada por la convención marco de las Naciones Unidas sobre
Cambio Climático (COP21) en París, en la que se dieron cita por primera vez en
la historia 195 presidentes y jefes de Estado, el Secretario General de la
Organización Meteorológica Mundial (OMM) manifestó que “2015 será el año más
caliente desde que existen registros”. Y estos dan cuenta de que la temperatura
media del planeta, hoy en 15 grados centígrados, ha aumentado hasta la fecha 1
grado adicional con respecto a la temperatura media de la era preindustrial, a
sólo un grado del umbral de la temperatura que según los estudios científicos
sería soportable para el medio ambiente y para la sobrevivencia de los seres
vivos en el globo terráqueo.
De allí que, por fuerza
de las circunstancias, se impusiera cómo un imperativo para la comunidad
internacional la necesidad de impedir que el termómetro llegue a marcar
temperaturas que superen dicho umbral. Dijo Mandela que “siempre todo parece
imposible, hasta que se hace” y éste es el caso. Contrariando los malos
presagios de los agoreros de los fracasos, esta vez se llegó a un consenso sin
precedentes, fijándose la meta de frenar el aumento de la temperatura, de tal
modo que se pueda acotar “muy por debajo” de los dos grados con respecto a los
niveles que precedieron la revolución industrial, al tiempo que se compromete a
hacer esfuerzos para que “no supere los 1.5” grados.
Al término de dos
semanas de duras e intensas negociaciones se logró pergeñar un texto, que si
bien “no es perfecto”, como lo admitió el representante sobre cambio climático
de China, “no nos ha impedido dar un paso histórico”. El presidente Obama fue
más lejos, al considerar el acuerdo al que se arribó como “el más ambicioso de
la historia de la lucha contra el cambio climático…El mundo se ha puesto de
acuerdo en torno al pacto que necesitábamos” Y remató diciendo que ahora los
ciudadanos “podemos confiar en que el planeta estará en mejores condiciones
para las generaciones futuras”. Este es “el primer acuerdo universal de la
historia de las negociaciones climáticas”, puntualizó el presidente de Francia
François Hollande al momento de
presentar a la plenaria el texto final de la declaración.
Es de destacar que
aunque un texto como este no deja satisfecho a todo el mundo, las
organizaciones ambientalistas caracterizadas por su mayor activismo y que
suelen ser maximalistas, no dudaron en ponderar la importancia de lo logrado en
esta cumbre por la salvación del planeta. Mientras que según Tasneem Essop,
jefa de la delegación de
WWF para las negociaciones climáticas en París, este acuerdo “envía
una fuerte señal de que los gobiernos están comprometidos a estar en línea con
lo que dice la ciencia”, a juicio de Tim Gore, de Oxfam, el mismo "es una
victoria moral importante" aunque se requerirá "un aumento de la
acción en los próximos años". Por su parte el director de Greenpeace International,
Kumi Naidoo, manifestó que “la rueda de la acción gira lentamente pero en
París, ha girado. El texto coloca claramente a las industrias fósiles del lado
malo de la historia”.
Esta comprobado que el
cambio climático y el calentamiento global están asociados a la creciente
acumulación de Gases de Efecto Invernadero (GEI) en la atmósfera y que en una
gran proporción las mismas provienen de las emisiones provocadas por el consumo
de energías de origen fósil. El mundo consume diariamente el equivalente a 218
millones de barriles de crudo, de los cuales un 33% corresponde al petróleo y
sus derivados. Y otro tanto se consume entre carbón y gas, los cuales sumados
representan otro 30%. De allí la necesidad inaplazable de diversificar aún más
la matriz energética, incorporándole un componente cada vez mayor de energías renovables
y limpias.
Pero, cómo ello tomará
su tiempo, porque no se podrá lograr de la noche a la mañana reemplazar unas
fuentes de energía contaminantes por otras más amigables con el medio ambiente,
es menester procurar en el entretanto mejorar la calidad de los combustibles
que mueven el transporte. Este absorbe el 35% de la energía que consume el
mundo entero y el 96% de la misma son derivados del petróleo. De allí la
importancia y la gran contribución de los biocombustibles, siempre y cuando
estos pasen la prueba del análisis de ciclo de vida. En el caso colombiano, con
la mezcla de 8.4% de etanol con la gasolina y el 9.2% de aceite con el diesel,
se reduce en un 73% y 83%, respectivamente, las emisiones de GEI, equivalentes
a 2.5 millones de toneladas durante el 2015.
Por: Amylkar Acosta Medina