La Guajira en estos
momentos de profunda crisis política, moral, institucional, de credibilidad y
de gobernabilidad, necesita un nuevo rumbo. Que no es fácil, no es fácil. Se
necesitan muchas cosas, y entre ellas, la más importante; una nueva actitud de
nosotros sus moradores, y electores de un paradigma que ya se agotó y nos dejó
en el fondo del barro.
Nada hacemos si
seguimos eligiendo a los mismos con las mismas maneras, y peor aún, algún día
de cuya fecha no querrán acordarse, pasaremos por la guillotina inocente de una
mirada verduga, reclamante, inquisidora,
y casi hasta suplicante de un… ¿Abuelo, por qué?
Nosotros ya no
tenemos mucho que perder, ni casi qué ganar. En cambio ellos tienen todo en
riesgo alto, hasta sus vidas. La diferencia es que ellos están en su plena
primavera, nosotros en nuestros otoños, y si nos queda algo de dignidad otoñal
y de sosegado y último arrojo, no permitamos que la contaminación y la suciedad
les infecten sus límpidas almas.
Debemos desafiar y
atajar las manías perversas y siniestras de quienes nos explotan políticamente,
y que vienen todas las temporadas y de todas las partes de Colombia con dineros
inciertos e indeclarables a comprar votos a La Guajira, sembrando así la
semilla de la corrupción y la degeneración moral en la mente provinciana del
raso elector, y peor aún, de nuestros dirigentes.
Igual que antaño,
cuando desde el interior sembraron la cultura traqueta, cuando la plata narco
corrompió las tierras que nos alimentaban, y nuestros campesinos y juventudes
irreversiblemente perdieron su inocencia, hoy, otra vez, vuelven imponiendo e
insistiendo en la cultura de la plata fácil, la cultura de la corrupción, hasta
el degradante punto de que la compra venta de votos ya hace parte de nuestra
normalísima cultura ciudadana.
El hambre, esa
bruta sensación animal, que humilla al cuerpo y a la mente, sobre todo la de
los hijos, produce emociones y sentimientos salvajes que empujan a las masas, a
las más pobres por cierto, a hacer imposibles, ya que el rebusque en el chance,
en los minutos, en el mototaxismo, no aguantan. Entonces viene el lenocinio, la
droga, el pillaje, ‘la vuelta’ en la moto y en ‘el cruce’, y así, el delito
famélico, la violencia, la inseguridad, y el hacinamiento de cárceles terminan
siendo la regla.
Y como el
desempleo, la pobreza y la miseria son la materia prima del círculo ominoso
ese, que complementa y alimenta la opresión y el dominio de esas corruptelas,
no va a ser fácil atajar la marabunta de hormigas arrieras de compra votos que
va a venir. Pero si entendemos dos cosas, las cosas pueden ser diferentes: una,
que el hambre y todas las miserias de La
Guajira aumentan con la venta de su poder político; y dos, que el político que
esté haciendo campaña a un candidato foráneo, hizo un negocio político que solo
lo favorece a él, a su personalísimo bolsillo, no lo duden ni un instante, es
un negocio político personal.
Y, si vuelve a
ocurrir que La Guajira se queda sin senadores, después no se quejen que desde
el interior, y de otras partes del país, los industriales de la gran política,
esos mismos que vienen a comprar votos, nos traten, con la alcahuetería de la
gran prensa nacional, en la forma vil y virulenta como ahora nos tratan: intervencionismo
tipo imperio, matoneo y difamación calumniosa al estilo Pilatos, despojo de
riquezas y de oportunidades como en la colonia extractiva. Y como si fuera
poco, desprecio y humillación tipo esclavitud.
Así las cosas, La
Guajira además de políticos honestos y con mucho conocimiento regional y de sus
apremiantes e inaplazables necesidades, se requiere verdaderos y carismáticos
transformadores de su sociedad, con pensamientos, comprensión y actitudes que
incluya nuestros problemas económicos, sociales, políticos y humanos, en el contexto
de un mundo globalizado, que les permita con suficiencia política y claridad
académica, y talla moral, dar los grandes pasos y debates, ya en el Congreso de
la República, en escenarios internacionales o regionales.
La Guajira necesita
voces autorizadas y ecos creíbles que retumben y resuenen en oídos propios y
extraños. Ya está bueno, la ‘Dama Reclinada’, la majestuosa, está muy ultrajada,
ya es cuestión de orgullo de patria chica. En esta línea de pensamientos, esta
nueva élite moderna y bien educada que proponemos, debe entender que el
problema ya no es solamente político, sino también cultural, porque la sociedad
guajira lo que perdió fue el rumbo, se quedó sin brújula, está ciega y sorda
topetando en la oscuridad, y necesita luces para reencontrar el camino perdido
de los viejos abuelos, pero con la iluminación de sus hijos más brillantes,
porque Colombia entera nos tiene a menos: los más corruptos, desclasados,
ignorantes, politiqueros, y brutos; y los que más necesitamos que nos
gobiernen.
Hagámoslo, no todo
lo hemos jugado, no todo lo hemos apostado, no todo lo hemos perdido, juguemos
por ellos este partido para que podamos mirar sus inocencias y decirles, hijos:
el tiempo está hecho de futuro y el futuro es de ustedes, ahí lo tienen.
P.D. y que quede
claro, no estamos buscando culpables, todo lo contrario, lo que se quiere es no
repetir esos errores tan costosos.
escribió:
Stevenson Marulanda Plata