Los tiempos
modernos y el mundo occidental, impusieron después de la Segunda Guerra Mundial
una forma de medir el avance de la sociedad, que se le denominó a esto progreso
económico. Se llegó además a la conclusión que el progreso debía ir acompañado
a un valor numérico, el cual se expresó en valor monetario y se llamó Producto
Interno Bruto, PIB, y se supone en la actualidad que entre más grande es este
valor, se vive en mejores condiciones y se presentan mejoras en la calidad de
vida.
Países como Estados
Unidos, Japón, la mayoría de los estados europeos, fueron testigos de esta
situación y han presentado a consecuencia de tener un valor del PIB alto,
mejores niveles de vida, educativos, infraestructuras, etc.
Pero al parecer el
mundo en su afán de progreso no tuvo en cuenta que, vivimos en un planeta con
recursos finitos, algunos renovables otros no; se olvidó que el ambiente que
nos rodea ante cualquier intervención, presenta cambios que pueden o no
modificar la vida en el planeta.
De aquí, que en los
años siguientes se diera el nacimiento de la expresión, desarrollo sostenible.
Esto no es otra cosa que convivir de manera armoniosa con la naturaleza,
tratando de afectarla lo menos posible, pero buscando satisfacer todas las
necesidades humanas y por supuesto de la economía.
Todos queriendo
tener una casa grande, con un patio limpio y amplio, con un buen auto, al mejor
estilo de la vida de Miami, todo debe ser perfecto como se ve en la televisión,
pero ¿En un mundo finito si hay suficientes materiales para que todos nos demos
esos lujos?
Hoy el denominado
desarrollo sostenible parece que quedó en el papel. Tenemos un planeta en el
cual el calentamiento global parece irreversible, y Colombia que es uno de los
países que menos aporta a este, según las Naciones Unidas, va a ser de los más
afectados.
Y justamente se
está viviendo ahora, según el Ministerio de Ambiente los departamentos de la Costa
Atlántica y fundamentalmente La Guajira, serán los que más sufrirán con este
cambio, pues las oleadas de calor serán mayores y las precipitaciones y la
cantidad de agua serán cada vez menores.
Por ende ¿Si es
adecuado permitir la desviación de los cuerpos de agua para permitir la
expansión minera o petrolera en la zona? ¿Si es pertinente permitir la tala de
los árboles para aumentar la expansión agrícola y ganadera? Vemos que sigue
imperando hoy en día el modelo extractivista de materias primas, dejando a un lado
otros sectores como el turismo que son amigables con el ambiente e impactan en
el desarrollo de las regiones.
Hoy una de las
zonas del país que más jalona el progreso, que más aporta al PIB nacional es
Medellín y su área Metropolitana (la segunda zona industrial y comercial de
Colombia) está viviendo hoy los efectos del cambio climático.
Medellín, la ciudad
que pasó de la violencia a ser la ciudad más innovadora del mundo, lo tiene
todo, un sistema de trasporte envidiable, una buena infraestructura, una oferta
académica, un sistema de salud de los mejores del país; en esta ciudad se han
llevado a cabo los más importantes eventos de urbanismo a nivel mundial y la
presencia de líderes y pensadores la destacan en el mundo, pero que hoy
Medellín está pagando las consecuencias del progreso.
Los avances de
Medellín, se ha dado de espaldas al agua, a la vida, se han tapado las
quebradas y arroyos que bajan de las montañas, para dale paso a las carreteras,
a los carros, a las motos y existencia a su pujante industria, cortando los
circuitos conectores de fauna y flora.
Hoy en día el río
está muerto, sus aguas se han convertido en verdaderas cloacas, donde las
industrias y los hogares han depositado por años todos sus desechos, que,
aunque son intervenidas, ya están muertas y seguirán así si no se toman
correctivos de fondo que cambien la comunión entre el río y la sociedad.
En estos tiempos, el
mundo está pidiendo un cambio de paradigma, un modelo económico diferente, otra
forma de ver el progreso; algunos pensadores han llegado a proponer modelos de
decrecimiento económico, sin querer dar a entender devolvernos a la época de
las cavernas, simplemente es entender que no todo es válido para lograr el
progreso. Algunas propuestas son consumir menos combustibles fósiles, promover
el uso de energías alternativas y el buen uso de la tecnología.
En Colombia
pareciera que esto no calara, se han puesto en marcha la creación de carreteras
para carros, que funcionan a base de gasolina; no se han impulsado otros
modelos económicos, sino copiando a los estancados modelos norteamericanos del
siglo pasado, parece que quedó en la historia esto de la ventaja comparativa y
competitiva, o ¿Será más bien que aún no se conocen? No se ha puesto en marca
una vía férrea eléctrica y moderna como la japonesa o China.
Sigue el modelo
expansionista de las casas y los territorios, en vez de impulsar la
modernización y la creación de centro ampliados, que densifiquen los centros
urbanos en las ciudades y se conecte a la bicicleta como eje fundamental dentro
de verdadero sistema de trasporte simple y moderno como los del mundo actual.
Medellín y su Área
Metropolita son el modelo a seguir de muchas ciudades intermedias en Colombia y
el mundo, el nivel de desarrollo que han alcanzado son un ideal para todos,
pero con estos drásticos cambios, debe ser una señal de alerta para alcanzar el
desarrollo sin pasar por estas. No se debe permitir la degradación de los
bosques, se debe frenar la expansión de las ciudades.
Hoy el Caribe colombiano
tiene una oportunidad de oro para cambiar no solo a la empresa que distribuye
el servicio eléctrico, sino también la forma en que se oferta la energía, se
puede empezar ampliar de una vez por todas el famoso parque eólico en el norte
del país, poner en funcionamiento la segunda etapa de la represa El Cercado sobre
el río Ranchería, que dentro de una de sus funciones estaba en generar una
parte de energía eléctrica para la zona.
El reto que nos
queda como país es grande, sobre pasa las palabras de esta nota, es de todos
ver cómo le damos un giro a este modelo, que de seguir así nos llevará a la
muerte.
escribió:
José Olmedo Ávila