sábado, 1 de abril de 2017

NO SE PUEDE TODO POR EL PROGRESO

Los tiempos modernos y el mundo occidental, impusieron después de la Segunda Guerra Mundial una forma de medir el avance de la sociedad, que se le denominó a esto progreso económico. Se llegó además a la conclusión que el progreso debía ir acompañado a un valor numérico, el cual se expresó en valor monetario y se llamó Producto Interno Bruto, PIB, y se supone en la actualidad que entre más grande es este valor, se vive en mejores condiciones y se presentan mejoras en la calidad de vida.
Países como Estados Unidos, Japón, la mayoría de los estados europeos, fueron testigos de esta situación y han presentado a consecuencia de tener un valor del PIB alto, mejores niveles de vida, educativos, infraestructuras, etc.
Pero al parecer el mundo en su afán de progreso no tuvo en cuenta que, vivimos en un planeta con recursos finitos, algunos renovables otros no; se olvidó que el ambiente que nos rodea ante cualquier intervención, presenta cambios que pueden o no modificar la vida en el planeta.
De aquí, que en los años siguientes se diera el nacimiento de la expresión, desarrollo sostenible. Esto no es otra cosa que convivir de manera armoniosa con la naturaleza, tratando de afectarla lo menos posible, pero buscando satisfacer todas las necesidades humanas y por supuesto de la economía.
Todos queriendo tener una casa grande, con un patio limpio y amplio, con un buen auto, al mejor estilo de la vida de Miami, todo debe ser perfecto como se ve en la televisión, pero ¿En un mundo finito si hay suficientes materiales para que todos nos demos esos lujos?
Hoy el denominado desarrollo sostenible parece que quedó en el papel. Tenemos un planeta en el cual el calentamiento global parece irreversible, y Colombia que es uno de los países que menos aporta a este, según las Naciones Unidas, va a ser de los más afectados.
Y justamente se está viviendo ahora, según el Ministerio de Ambiente los departamentos de la Costa Atlántica y fundamentalmente La Guajira, serán los que más sufrirán con este cambio, pues las oleadas de calor serán mayores y las precipitaciones y la cantidad de agua serán cada vez menores.
Por ende ¿Si es adecuado permitir la desviación de los cuerpos de agua para permitir la expansión minera o petrolera en la zona? ¿Si es pertinente permitir la tala de los árboles para aumentar la expansión agrícola y ganadera? Vemos que sigue imperando hoy en día el modelo extractivista de materias primas, dejando a un lado otros sectores como el turismo que son amigables con el ambiente e impactan en el desarrollo de las regiones.
Hoy una de las zonas del país que más jalona el progreso, que más aporta al PIB nacional es Medellín y su área Metropolitana (la segunda zona industrial y comercial de Colombia) está viviendo hoy los efectos del cambio climático.
Medellín, la ciudad que pasó de la violencia a ser la ciudad más innovadora del mundo, lo tiene todo, un sistema de trasporte envidiable, una buena infraestructura, una oferta académica, un sistema de salud de los mejores del país; en esta ciudad se han llevado a cabo los más importantes eventos de urbanismo a nivel mundial y la presencia de líderes y pensadores la destacan en el mundo, pero que hoy Medellín está pagando las consecuencias del progreso.
Los avances de Medellín, se ha dado de espaldas al agua, a la vida, se han tapado las quebradas y arroyos que bajan de las montañas, para dale paso a las carreteras, a los carros, a las motos y existencia a su pujante industria, cortando los circuitos conectores de fauna y flora.
Hoy en día el río está muerto, sus aguas se han convertido en verdaderas cloacas, donde las industrias y los hogares han depositado por años todos sus desechos, que, aunque son intervenidas, ya están muertas y seguirán así si no se toman correctivos de fondo que cambien la comunión entre el río y la sociedad.
En estos tiempos, el mundo está pidiendo un cambio de paradigma, un modelo económico diferente, otra forma de ver el progreso; algunos pensadores han llegado a proponer modelos de decrecimiento económico, sin querer dar a entender devolvernos a la época de las cavernas, simplemente es entender que no todo es válido para lograr el progreso. Algunas propuestas son consumir menos combustibles fósiles, promover el uso de energías alternativas y el buen uso de la tecnología.
En Colombia pareciera que esto no calara, se han puesto en marcha la creación de carreteras para carros, que funcionan a base de gasolina; no se han impulsado otros modelos económicos, sino copiando a los estancados modelos norteamericanos del siglo pasado, parece que quedó en la historia esto de la ventaja comparativa y competitiva, o ¿Será más bien que aún no se conocen? No se ha puesto en marca una vía férrea eléctrica y moderna como la japonesa o China.
Sigue el modelo expansionista de las casas y los territorios, en vez de impulsar la modernización y la creación de centro ampliados, que densifiquen los centros urbanos en las ciudades y se conecte a la bicicleta como eje fundamental dentro de verdadero sistema de trasporte simple y moderno como los del mundo actual.
Medellín y su Área Metropolita son el modelo a seguir de muchas ciudades intermedias en Colombia y el mundo, el nivel de desarrollo que han alcanzado son un ideal para todos, pero con estos drásticos cambios, debe ser una señal de alerta para alcanzar el desarrollo sin pasar por estas. No se debe permitir la degradación de los bosques, se debe frenar la expansión de las ciudades.  
Hoy el Caribe colombiano tiene una oportunidad de oro para cambiar no solo a la empresa que distribuye el servicio eléctrico, sino también la forma en que se oferta la energía, se puede empezar ampliar de una vez por todas el famoso parque eólico en el norte del país, poner en funcionamiento la segunda etapa de la represa El Cercado sobre el río Ranchería, que dentro de una de sus funciones estaba en generar una parte de energía eléctrica para la zona.
El reto que nos queda como país es grande, sobre pasa las palabras de esta nota, es de todos ver cómo le damos un giro a este modelo, que de seguir así nos llevará a la muerte.

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José Olmedo Ávila

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