sábado, 15 de abril de 2017

EN EL AGUA DE PANELA

Esa es gente a la que
 le gusta un guarapo”
J. H. Gómez Toncel
Día  5 de diciembre, antevíspera de las velitas y cumpleaños de Sabas Molina Fernández, esposo de Francisca Pacha Toncel Dávila, sí, de los mismos Dávila del padre Dávila de San Juan del Cesar y de Villanueva, de dónde provienen los Dávila de Santa Marta. Si por apellidos hay que decir alguna cosa. Pero nosotros estamos ocupados es en la historia de fonsequeros humildes y muy queridos.
En la casa de los Molina Toncel, ubicada en el extremo sur de la plaza Simón Bolívar de Fonseca, todo el mundo se levantó temprano, porque era un día de fiesta muy especial, pues cumplía años el viejo Sabas, como cariñosamente todos lo llamaban y a él le gustaba.
Bien temprano se empezó a preparar las viandas y comidas para el festejo, que consistían en un sancocho trifásico, carne de res, gallina y puerco; todo eso acompañado de bastimento traídos de la finca familiar Vista de Nieve, ubicada en la Serranía de Perijá, zona de Las Colonias; dónde el viejo Sabas y familia eran dueños de algo más de 100 hectáreas. Sembrados de café, naranjas, mandarinas, guineos, plátanos, filos, malanga, aguacate y un sinnúmero de frutas tropicales que no alcanzamos a enumerar y que lo más difícil era traerlos por falta de vías.
Pero en tratándose del cumpleaños de Sabas, los preparativos se hicieron con antelación, así que la recua de mulas y de burros se trajeron dos días antes para que no faltara nada. Era un día martes, pero de diciembre y como decía Cabuya (R.I.P.) un primo de la familia… “en diciembre todos los días son de fiestas”, además comenzaban las vacaciones del fin de año, el jueves se amanecía para el vienes en la madrugada prender las velitas, fiesta que poco a poco se ha ido metiendo en las costumbres de los pueblos, ya que anteriormente no se festejaba.
El hecho es que bien temprano se prendió el bullicio en la casa y casi todos los hijos de la familia se encontraban remolinando en los alrededores. Elbita la menor de la casa, se hizo cargo de la crianza de Carlos Mario, conocido como Guaireñita, un hijo de Casimiro Molina Toncel, quien aceptó el gesto de Elba y todos estuvieron de acuerdo y le dieron cabida al muchacho, al cual se le brindaron las atenciones habidas y por haber, como a cualquier hijo de la casa.
Guaireñita desde muy temprano mostró tendencias de indisciplina y mal comportamiento, con los que ninguno de la casa estaban de acuerdo y trataron de hacer todo lo posible pero, el muchacho salió díscolo y muy difícil de corregir.
Tanto que ese día hizo una de las jugarretas que casi le cuesta la vida a por lo menos tres de los miembros de la familia. No se sabe porque razón, este inquieto muchacho, le echó a una jarra de agua de panela con limón que estaba en la nevera, gotas de Sinogan (Levomepromazina) un somnífero capaz de dormir al más guapo y hasta de matarlo si se le pasa la mano.
En el ajetreo de la mañana y con los oficios a la gente le da sed, el primero que abrió la nevera y se metió un guarapazo fue el viejo Sabas, luego tomó Pacha y el tercero fue el Chavalo, Hernando Molina Toncel, sobrino de la familia muy querido y político de renombre en la región, quien era un miembro más de la familia y la confianza era extrema, su comportamiento era el de otro hijo. Se zampó su guarapazo y se sentó en la terraza de la casa a conversar con los primos y sobrinos.
Un rato largo después, empezaron los indicios de que algo no andaba bien. Sabas y Pacha tenían sueño y les dolía la cabeza y tenían ganas de acostarse, lo cual hicieron con anuencia de los hijos, a los cuales se les prendió el foquito y empezaron a preguntarse porque a los dos les dio sueño y dolor de cabeza al mismo tiempo, la preocupación quedó en el ambiente pero se disolvió rápidamente, pensando que era pasajero. Nuevamente se prende el foquito cuando el Chavalo, le dice a una de las hijas que le duele la cabeza y tenía sueño y ganas de irse para la casa a acostarse.
Lo llevaron a la casa se tiró en la cama y despertó 12 horas después con un fuerte dolor de cabeza. Sabas y Pacha durmieron todo el día del cumpleaños y gran parte del día siguiente por culpa del agua de panela que les manipuló Guaireñita sin saber el daño que pudo haber causado. Se tomaron el sancocho, pero con la preocupación grande del sueño repentino de tres familiares, quienes despertaron muy resentidos y estropeados y con la noticia que fue Guaireñita quien les jugó una mala pasada y casi los manda para el ceibote.

escribió:
Armando Olmedo Larrazábal

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