lunes, 29 de enero de 2018

UN CHIVO PARA DICIEMBRE

Enrique Marulanda Aarón muy amigo de Javier Daza el dueño de finca Pozo el barro, ubicada en la carretera nacional en el tramo que une Distracción y San Juan del Cesar, distante aproximadamente un kilómetro del Grupo Mecanizado Juan José Rondón de Buenavista, mano derecha de la vía. En el mes de agosto del año 1966, siglo pasado, le compró a unos indios, un chivo y se lo entregó a Javier para que se lo llevara a la finca, lo engordara, con el fin de comérselo en diciembre. Javier le dijo a Enrique:
Quique sabalealo en la camioneta, que cuando yo me vaya me lo llevo. Así fue y así se hizo.
Javier llegó a la finca, tipo 10 de la mañana y se bajó del carro llamando a Chava, su mujer y le grito:
Chava apúrate que nos acaba de regalar, Enrique Marulanda un chivito biche para comérnoslo ahora, eso es rápido. Apúrate mija, yo voy al patio a sacar unas yucas para el almuerzo, decile al indio que lo mate y lo pele enseguida, esta vichecito. Eso no se demora nada, no es sino ponerlo en el fogón.
Cierto muy cierto, se almorzaron el mismo día el chivo de Enrique. Javier tenía por costumbre ir dos veces al día a Fonseca, bien temprano en la mañana a llevar la leche y por la tarde regresaba a buscar los calambucos y comprar cualquier cosa en las tiendas. Ese mismo día en la tarde cuando llegó al pueblo, estaba Quique, sentado en la banca del palo de Higuito de la Mona Medina, conversando con su compadre de cabuyita, Néstor Mendoza, más conocido como  Panchele; precisamente Quique le contaba a Panchele lo ocurrido con el chivo. Cuando Javier los vio, pito el carro y eructó y Quique se dio cuenta y le dijo:
¡ Ombe quedaste fue jarto ! Javier se sonrío pero no dijo nada.
 Quique, le pregunta ¿Javier y cómo llego el pasajero, refiriéndose al chivo? Y responde Javier:
Ese llegó fue engreído, luego lo solté empezó a corretear por el patio, como si fuera el dueño.
Paso el mes de agosto, llegó septiembre y Quique cada vez que se tropezaba con Javier le preguntaba por el chivito, Javier le tiraba una flor.
Ese es mucho animal que va bonito, ese en diciembre está por la arroba de peso, ahí lo que va haber es carne, prepare una totuma grande para la sangre y hacer un friche.
Engreído quedaba Enrique con las respuestas de Javier, mientras este pensaba como iba a arreglárselas con Quique cuando él se diera cuenta que el chivo ya se lo habían comido. Tampoco era para trasnocharse, de alguna manera se solucionaría el problema. Enrique soñaba con la comilona y la fiesta que iba a realizar con el chivo en Navidad.
Hasta que llegó diciembre, el día dos, un viernes, Enrique se encontró con Javier, le preguntó por el chivo y Javier le dijo maravillas, que ese animal estaba bonito, que no se había equivocado en el peso, que pesaba más de la arroba etc. y etc. Después de todos esos halagos Quique le dijo:
Que necesitaba que lo trajera el miércoles de la semana entrante, o sea el 7 de diciembre para festejar el Día de las Velitas, comiendo chivo guisado y el friche, plato típico guajiro, que se hace con la sangre y las tripas del animal.
Javier le respondió, que contara con eso que lo esperara temprano debajo del higuito de la Mona Medina.
Fácil, Quique vivía en frente de la Mona y desde las 5 de la mañana del día 7 se sentó a esperar a Javier. Todo el que pasaba lo saludaba y con algunos muy amigos aprovechaba para recordarles de la parranda por la noche.
Sabiendo que Javier era madrugador, Quique se preguntaba; ¿Pero qué le habrá pasado a Javier? si él no había traído ni la leche y ya van a ser las once de la mañana y esto se está poniendo caliente. Se empezaba a sentir el bochorno del mediodía, hora en que las brisas se paraban y el calor era insoportable. A todas estas empezó a atar cabos y definió lo que nunca se había imaginado. Se levantó de la banca cementada y lanzo un grito lastimero:
Yo si soy mariiiiiicaaaaaaaaaa, ¡nojodaaaaaaaaaaaaaaa!
Clodomiraaaa, yo si soy pennnndejoooo, Javier se comió el chivo el mismo día que se lo entregué, y yo esperando aquí como un guevón. Con razón ese día eructó, jarto de chivo.

escribió:
Armando Olmedo Larrazábal   

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