Enrique Marulanda
Aarón muy amigo de Javier Daza el dueño de finca Pozo el barro, ubicada en la
carretera nacional en el tramo que une Distracción y San Juan del Cesar,
distante aproximadamente un kilómetro del Grupo Mecanizado Juan José Rondón de
Buenavista, mano derecha de la vía. En el mes de agosto del año 1966, siglo
pasado, le compró a unos indios, un chivo y se lo entregó a Javier para que se
lo llevara a la finca, lo engordara, con el fin de comérselo en diciembre.
Javier le dijo a Enrique:
Quique sabalealo en
la camioneta, que cuando yo me vaya me lo llevo. Así fue y así se hizo.
Javier llegó a la
finca, tipo 10 de la mañana y se bajó del carro llamando a Chava, su mujer y le
grito:
Chava apúrate que
nos acaba de regalar, Enrique Marulanda un chivito biche para comérnoslo ahora,
eso es rápido. Apúrate mija, yo voy al patio a sacar unas yucas para el
almuerzo, decile al indio que lo mate y lo pele enseguida, esta vichecito. Eso
no se demora nada, no es sino ponerlo en el fogón.
Cierto muy cierto,
se almorzaron el mismo día el chivo de Enrique. Javier tenía por costumbre ir
dos veces al día a Fonseca, bien temprano en la mañana a llevar la leche y por
la tarde regresaba a buscar los calambucos y comprar cualquier cosa en las
tiendas. Ese mismo día en la tarde cuando llegó al pueblo, estaba Quique,
sentado en la banca del palo de Higuito de la Mona Medina, conversando con su
compadre de cabuyita, Néstor Mendoza, más conocido como Panchele; precisamente Quique le contaba a
Panchele lo ocurrido con el chivo. Cuando Javier los vio, pito el carro y
eructó y Quique se dio cuenta y le dijo:
¡ Ombe quedaste fue
jarto ! Javier se sonrío pero no dijo nada.
Quique, le pregunta ¿Javier y cómo llego el
pasajero, refiriéndose al chivo? Y responde Javier:
Ese llegó fue
engreído, luego lo solté empezó a corretear por el patio, como si fuera el
dueño.
Paso el mes de
agosto, llegó septiembre y Quique cada vez que se tropezaba con Javier le
preguntaba por el chivito, Javier le tiraba una flor.
Ese es mucho animal
que va bonito, ese en diciembre está por la arroba de peso, ahí lo que va haber
es carne, prepare una totuma grande para la sangre y hacer un friche.
Engreído quedaba
Enrique con las respuestas de Javier, mientras este pensaba como iba a
arreglárselas con Quique cuando él se diera cuenta que el chivo ya se lo habían
comido. Tampoco era para trasnocharse, de alguna manera se solucionaría el
problema. Enrique soñaba con la comilona y la fiesta que iba a realizar con el
chivo en Navidad.
Hasta que llegó
diciembre, el día dos, un viernes, Enrique se encontró con Javier, le preguntó
por el chivo y Javier le dijo maravillas, que ese animal estaba bonito, que no
se había equivocado en el peso, que pesaba más de la arroba etc. y etc. Después
de todos esos halagos Quique le dijo:
Que necesitaba que
lo trajera el miércoles de la semana entrante, o sea el 7 de diciembre para
festejar el Día de las Velitas, comiendo chivo guisado y el friche, plato
típico guajiro, que se hace con la sangre y las tripas del animal.
Javier le
respondió, que contara con eso que lo esperara temprano debajo del higuito de
la Mona Medina.
Fácil, Quique vivía
en frente de la Mona y desde las 5 de la mañana del día 7 se sentó a esperar a
Javier. Todo el que pasaba lo saludaba y con algunos muy amigos aprovechaba
para recordarles de la parranda por la noche.
Sabiendo que Javier
era madrugador, Quique se preguntaba; ¿Pero qué le habrá pasado a Javier? si él
no había traído ni la leche y ya van a ser las once de la mañana y esto se está
poniendo caliente. Se empezaba a sentir el bochorno del mediodía, hora en que
las brisas se paraban y el calor era insoportable. A todas estas empezó a atar
cabos y definió lo que nunca se había imaginado. Se levantó de la banca cementada
y lanzo un grito lastimero:
Yo si soy
mariiiiiicaaaaaaaaaa, ¡nojodaaaaaaaaaaaaaaa!
Clodomiraaaa, yo si
soy pennnndejoooo, Javier se comió el chivo el mismo día que se lo entregué, y
yo esperando aquí como un guevón. Con razón ese día eructó, jarto de chivo.
escribió:
Armando Olmedo Larrazábal