lunes, 23 de enero de 2017

EL PERRO DE LA CARRETERA

Más de un mes lleva el andante perro acostado todos los días a la vista de todo el mundo en el centro de Fonseca; flaco, hambriento, maltratado; ahí, a la vista de todos esperando a que alguien se conduela o quizás esperando la muerte, para que calme las penas de su triste vida.
Pero así, como ese triste can, se parece el trasegar diario del departamento de La Guajira y de muchos de sus pobladores, allí, echados al olvido, ya acostumbrados a las miradas burlescas, indolentes, que golpean el trasegar de su vida. Todos los días mirando al horizonte, buscando sueños, buscando una mano amiga que no aparece.
¡Capitán! y el perro responde, y mueve la cola su expresión cambió totalmente y alegre se levantó y se me acercó ansioso, emitiendo bajos y amistoso latidos; todavía receloso se acerca asustado ante el nuevo amigo que lo llamó por su nombre. La verdad es que lo hice porque el perro tiene una contextura fuerte y a pesar de no ser un animal de raza pura tiene una mezcla, como de pastor alemán con una “cabunga” criolla, de esas que tienen porte y linaje propio; a pesar de su flacura sus músculos son fuertes y el porte y tamaño son muy parecidos a los del pastor. 
Lo sigo llamando Capitán y responde, le compro un pan de queso de $ 1.000 y lo devora en un santiamén. El tipo lo que tiene es hambre, medito sobre la edad del animal y supongo que puede tener tres años y pienso que no es un perro cualquiera. Hasta ahora me doy cuenta que en su cuello tiene un collar, me le acerco y trato de mirar si hay algún nombre o alguna información que me permita conocer del canino, en efecto  hay una placa de latón de unos ocho centímetros. con una inscripción que dice: H. La paulina-Capitán. 
Es una buena información, porque en el pueblo existe una hacienda que se llama La paulina y es muy posible que Capitán  se haya perdido. Esto lo deduzco porque el animal se comporta de manera torpe en el centro del pueblo, él no es un perro callejero, estos son conocedores del entorno y se saben mover. 
Capitán atraviesa la carretera sin saber ni tener en cuenta los autos y vehículos que en todas las direcciones pasan de un lado para el otro. Ha tenido sus sustos y en la pierna derecha trasera se le nota una herida reciente y cojea, con los días ha ido sanando, pero hay que curarlo porque los insectos se le acercan y se puede infectar. 
Todo eso ha pasado muy rápido y yo estoy cerca de mi casa y ya tengo que regresar, no le digo más nada a Capitán, pero cuando arranco el me sigue contento meneando la cola. Pensé si se viene conmigo trato de curarle la herida y por la tarde lo llevo hasta La paulina para comprobar si es de allá.
Ya en la casa, mi mujer se da cuenta del perro y me pregunta ¿Y ese qué? Le conté la pequeña historia vivida y de una responde; ¡Hombe, aquí yo no quiero más perros, así que como llegó así se va! Capitán expresaba contentura sin saber lo que mi mujer decía, movía la cola alegre y los bajos latidos eran la expresión más sincera de haber encontrado una mano amiga. 
Entré en la casa y traje un tarro con tintura yodada que alguien me recetó para curar la heridas de los animales, le eche a Capitán sus dos brochazos y él tranquilo se sentó en el piso de la terraza, luego le traje agua tomó bastante y se durmió.
Ahí lo dejé y me metí a la casa. Mi mujer me dijo que ese perro estaba maltratado pero que parecía bueno, pero que en la casa no lo podíamos tener, porque nosotros tenemos dos perritas cocker spaniel y sería un problema, además ya está muy viejo y feo, lo mejor que podíamos hacer era llamar por teléfono a la amiga de ella que trabaja en la arrocera y le preguntamos si conocen al perro. 
En efecto así lo hicimos, la amiga Julia Pérez nos informó que Capitán era un perro con las características del presente y que tenía un mes de perdido, ellos creían que estaba muerto, ya que no conocía la ciudad. Se le soltó al capataz y salió corriendo asustado y no lo pudieron agarrar. Muy contenta nos agradeció que lo retuviéramos hasta que ella encontrara la forma de buscarlo. Capitán durmió bastante se reposó, le dimos más comida y a las dos de la tarde de ese sábado de diciembre de un año cualquiera se reencontró con sus dueños. No he vuelto a saber de él pero si sé que está en buenas manos.
De quienes no sé es de los paisanos echados al olvido por los gobiernos de turno esperando una mano amiga que los ayude a salir de la mala situación en que se encuentran, agravadas aún más por la invasión de ciudadanos venezolanos, quienes buscando un mejor estar han invadido a los pueblos fronterizos, porque en el vecino país la situación está más grave que aquí. 
Hoy colombianos y venezolanos estamos en los dos países, pasando las de San Quintín, pero viviendo con la esperanza de lo que dice el adagio, No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Hoy con resignación el pueblo de Colombia acoge a venezolanos, con los brazos abiertos, sin discriminación, con amor y solo les pide que su llegada a esta su casa sea con paz y tranquilidad, porque de eso se trata, de convivir y de alguna manera, pagar los favores que en cercanas pasadas ocasiones, el pueblo venezolano nos brindó y acogió. El mundo es un pañuelo, y es mejor hacer el bien sin mirar a quien. Dios los bendiga.

Armando José Olmedo Larrazábal

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