Desde mediado de diciembre comienza el verano en La Guajira,
con el pasar de los días al entrar el nuevo año, las temperaturas se
incrementan, las brisas azotan fuertemente, creándose oleadas de polvorín, el
estío se encuentra en su máximo apogeo.
Al mismo tiempo, los ríos, arroyos y quebradas van
perdiendo su poderío; las aguas disminuyen en enero y febrero, entregándoles a
marzo toda una sequía.
Los jagüeyes que son la fuente hídrica de los wayuu,
también merma, muchas veces quedan completamente secos, causando un éxodo desde
su lugar de residencia en busca de territorios con garantes acuíferos.
Más afortunados son los que residen cerca a lugares
poblados, donde los gobernantes a través de sus líderes pueden conseguir
enviarles carrotanques para superar la escasez de agua.
Pero todos los indígenas de La Guajira desearían tener
esa suerte de contar con un dirigente o un político que los auxilie; los más
desafortunados que son la mayoría, ante el calvario deben dejar sus tierras
ancestrales.
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