Buenos y productivos para el conglomerado social los
debates dentro del marco de las campañas políticas, en la medida en que, primero, se adelanten dentro de un marco
de respeto mutuo entre los participantes, y del auditorio a los participantes;
segundo, que la estructura técnica y de difusión permita que ellos se adelanten
garantizándose la disponibilidad de observación a todo o gran parte del
electorado y no solamente a las barras que acostumbra a llevar cada candidato,
en donde a los más amigos de los organizadores se les facilita introducir mayor
número de adeptos, y tercero, que las condiciones y mecánica del desarrollo del
debate sean concertadas con todos los candidatos, en especial con las reservas
de las preguntas que se formularan, además es que exista la imparcialidad y la
neutralidad que no revista dé algún tipo de engaños o estrategias para
debilitar o fortalecer alguna candidatura, deben existir los parámetros
garantistas.
De otra parte, también es oportuno preguntarse Para qué
el debate?. Muchos responderán, para que el elector conozca las opiniones y
proyectos de los candidatos, como si durante todo el proceso de las campañas y
por todos los medios posibles, incluido el contacto directo, los candidatos
hicieran cosa distinta a eso: decir que van hacer en su mandato; inclusive, la
ley los obliga a presentar formalmente su programa de gobierno en el mismo acto
de inscripción.
Precisamente ese programa de gobierno es el que
ameritaría un tratamiento más celoso y exigente por parte del reglamento legal
y la comunidad, pues la experiencia nos ha enseñado, que ni siquiera los presidentes
de la República cumplen el tal programa de Gobierno, que se ha constituido en
un requisito inane más, como quiera que no se ha previsto un mecanismo real que
facilite medir las metas de cumplimiento de los programas de gobierno. No he
observado jamás al término de un mandato, en ningún nivel, que se adelante un
proceso para medir el cumplimiento de las promesas hechas por el candidato.
De manera que lo importante para valorar y medir el nivel
de cumplimiento de los candidatos, que como es usual se comprometen hasta a lo
imposible, es considerar la capacidad de ejecutoria, seriedad y honestidad.
escribió:
Ronald Fabián Gómez
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